Me gustó mucho la primera etapa de la revista Seúl. Entre 2021 y 2023 publiqué algunas notas, en algunos casos sobre temas difíciles y sobre alguna incomodidad: con la disonancia cognitiva que me produce la admiración por el movimiento de DDHH y su acercamiento (costoso) al kirchnerismo, con la expansión de las narrativas de democracia en peligro que me parecen que no van pero hay un problema allí y sobre la trampa central en la que se encuentra atrapada la coalición de gobierno, que tiene que ver con causas judiciales en marcha sobre personas que arrastran miles de votos—y sobre una salida por arriba a ese laberinto (que se demostró improbable ante la para mí inesperada derrota legislativa del oficialismo). También, menos incómodo, presenté una crítica a la última propuesta de reforma judicial del oficialismo. Y tuve el placer de releer Un país al margen de la ley de Carlos Nino. En 2022 critiqué las propuestas de ampliar la Corte Suprema a más de veinte miembros, analicé las tensiones políticas que generan las investigaciones judiciales sobre casos de corrupción. Mi última contribución fue en mayo de 2023—un llamado a legalizar las drogas como forma de lidiar con la creciente penetración del narcotráfico en las estructuras estatales.

Desde hace un tiempo—post Milei, post Octubre 7—me siento un poco más alejado de la revista, aunque todavía la leo. Las notas escritas allí están, por si interesan.